Sucede a menudo, ante una buena
experiencia o cuando
visitamos un lugar que nos gusta, que inmediatamente
deseamos revivir esa agradable sensación
en un futuro.
No nos damos cuenta de que el
momento para disfrutarlo es ese mismo instante. La calidad de nuestros
recuerdos depende de la entrega con la que vivimos cada día ,y la brillantez
del futuro dependerá exclusivamente de lo que sembremos el día de hoy.
Einstein tenía claro este
concepto, pues afirmaba que “un hombre feliz está demasiado satisfecho con el
presente para pensar demasiado en el futuro”. Y justamente eso es lo que le
permite llevar a cabo grandes proyectos.
Deberíamos plantearnos si nuestra
insatisfacción es debida a algo tan simple como no saber apreciar el sabor del
“ahora”. Si es esa nuestra carencia, estamos de suerte: la solución está aquí
mismo.
Vivir cada día como si fuera el último
El desaparecido Steve Jobs, con
su conocido pragmatismo, solía hacerse el siguiente razonamiento: “Si hoy fuese
el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy? Si la
respuesta es “no” durante demasiados días seguidos, sé que necesito cambiar
algo.
Sobre esto, el filósofo budista,
escritor y poeta japonés Daisaku Ikeda explicaba así la ventaja que supone para
nuestro día a día acordarse de este hecho:
“Estar consciente dela muerte nos
permite vivir cada día y cada momento con agradecimiento por la incomparable
oportunidad que tenemos de crear algo, mientras habitamos este planeta. Para
disfrutar de verdadera felicidad debemos vivir cada momento como si fuese el
último.”
Olvidar el pasado
Hace más de un siglo que Sigmund
Freud, demostró que los seres humanos tenemos un mecanismo voluntario de
represión que bloquea los recuerdos no deseados, dejándolos fuera de nuestra
conciencia.
·
Abandonar el recuerdo de las malas experiencias
del pasado para poder iniciar nuevas.
·
Mimar nuestro espíritu para apreciar los
pequeños milagros cotidianos.
·
Observar a alguien a quien admiramos y que ha
pasado por dificultades.
·
Centrarnos únicamente en la realidad presente y
darnos cuenta de que ser esclavo del pasado no tiene ninguna utilidad.
Dejar de proyectarse al futuro
En tiempos remotos, las personas
que vivían en climas tropicales planificaban mucho menos su futuro que los que
habitaban lugares fríos, ya que estos últimos tenían que pensar en su supervivencia durante los meses de invierno.
Este hecho les convertía en personas que necesitaban proyectarse hacia el futuro
inevitablemente.
Ciertamente existe la creencia de
que para lograr algo debemos primero ser capaces de visualizarlo. Un proyecto
de vida, un futuro trabajo, son cosas que sin duda debemos preparar a
conciencia. Y los seres humanos somos capaces de imaginar todo tipo de
situaciones y escenarios. Sin embargo, pensar demasiado en el futuro no siempre
es recomendable, sobre todo si tenemos la tendencia a pensar que las cosas
pueden salir mal.
La imaginación y la proyección de
escenarios posibles es un arma poderosa que nos sirve para defendernos de una
futura amenaza, pero si no sabemos usarla apropiadamente puede herir de muerte
nuestras ilusiones y hacernos fracasar.
Aquí y ahora
Eckhart Tolle explica que la
clave para vivir el presente reside en separar el tiempo y la mente. La
identificación con la mente supone, según el autor, estar atrapado en el
tiempo, y es por ello que vivimos exclusivamente a través de la memoria y de la
anticipación, estableciendo una perenne intranquilidad en relación a dos ilusiones:
el pasado, del que proviene nuestra identidad, y el futuro que creemos conlleva
nuestra salvación.
Pequeños rituales para el día a día
·
Ubicarse. Se trata de darse cuenta de dónde
estamos y de observar cómo es el lugar. Mirar el cielo, ser conscientes.
·
Ser conscientes de nuestra respiración y del
funcionamiento de nuestros órganos en general.
·
Saludo al sol. Es un ejercicio de yoga muy
sencillo que puede ser practicado en cualquier momento del día, aunque es una
buena idea hacerlo al amanecer con los primeros rayos del sol.
·
Lograr lo que los psicólogos llaman “estado de
flujo”.Consiste en estar tan absorto en una tarea que se pierde la noción de lo
que sucede alrededor.
·
Evitar los momentos en que ponemos el “piloto
automático” y hacemos las cosas sin
pensar ni estar. Esta pérdida de atención no tiene que ver con el estado de
flujo, pues no somos conscientes ni de lo que estamos haciendo ni de cuál es el
pensamiento que nos ha hecho perder la concentración de esa manera.
·
Practicar la meditación en algún momento del día
o antes de ir a dormir para un descanso óptimo. La meditación ofrece múltiples
ventajas, comprobadas científicamente, además de importantes beneficios
psicológicos y cognitivos que persisten en el tiempo si esta se practica con cierta
regularidad.
·
Mantener la mente del principiante,
impregnándonos de todas aquellas pequeñas cosas que nos producen placer.
·
Aceptar que podemos tener problemas en el
transcurso de nuestro día, aunque la tendencia natural de la mente cuando se
enfrenta al dolor es evitarla.
·
Hacer un pequeño descanso a primera hora de la
tarde, aunque sean unos pocos minutos.
·
Dedicarse a una sola cosa a la vez y sin
distracciones.
Montserrat A
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