¿POR QUÉ TANTOS HOMBRES INCOMPETENTES SE CONVIERTEN EN LIDERES?
Este título puede llevar a malos
entendidos, lo sé. No es cosecha mía, no.
Es cosecha de un hombre, tal y como
lo oís, es un artículo interesante que da a pensar . Por un lado porque tal y
como digo, lo ha escrito un hombre Tomas Chamorro-Premuzic, autoridad
internacional en pruebas psicométricas y de perfiles de personalidad.
Voy a escribir todo el artículo
porque merece la pena leerlo y pensar en ello.
Tres explicaciones populares
justifican el por qué las mujeres tienen una pobre representación en la alta
gerencia: no son capaces, no están interesadas o sí están interesadas y son
capaces pero no pueden romper el techo de cristal; es decir, esa barrera
invisible en su carrera, basada en estereotipos de género, que le impide
acceder a niveles más altos en la escala del poder. Los conservadores y
chauvinistas tienden a esgrimir la primera explicación; los liberales y
feministas prefieren la tercera, mientras que quienes están en cualquier punto intermedio por lo
general acogen la segunda . Pero ¿qué tal si todos se equivocan porque no
observan el cuadro en su totalidad?.
Desde mi punto de vista, la razón
principal para que la participación en la alta gerencia de hombres y mujeres
sea tan dispareja es nuestra incapacidad de discernir entre autoconfianza y
competencia. Y esto se debe , casi siempre, a que como malinterpretamos las
demostraciones de absoluta confianza y la asumimos como señales de habilidad,
nos engañamos creyendo que los hombres son mejores líderes que las mujeres. En
otra palabras, cuando se trata de liderazgo, la única ventaja que tiene los
hombres sobre las mujeres es el hecho de que la arrogancia –más frecuente en
ellos y casi siempre disfrazada de carisma o encanto – se suele confundir con
potencial de liderazgo.
Ciertos estudios validan esta
conclusión, al afirmar que los grupos sin liderazgo tienden a elegir líderes
narcisistas, egocéntricos y demasiado confiados en sí mismos, y que estas
características de personalidad no son
igualmente comunes entre hombres y mujeres .
Freud sostenía que los líderes surgen cuando un grupo de personas (
seguidoras) remplaza sus propias tendencias
narcisistas por las de otra persona (líder), de tal manera que el amor
que sienten por su líder es una forma disfrazada de amor propio o un sustituto
de su incapacidad de amarse a sí mismas: “el narcisismo de otra persona ejerce
una gran atracción en aquellos que han renunciado a parte de su amor propio..
es como si los envidiáramos por mantener un maravilloso estado mental”.
La verdad es que casi en
cualquier parte del mundo los hombres se creen más inteligentes que las
mujeres. No obstante, la arrogancia y la excesiva confianza en sí mismos están
inversamente relacionadas con el talento para el liderazgo; es decir, con la
habilidad de construir y mantener equipos de alto rendimiento y de inspirar a
otros a dejar de lado sus agendas egoístas con el fin de trabajar por el bien y
los intereses comunes del grupo. En efecto, bien sea en el deporte, la política
o los negocios, los mejores líderes suelen ser personas humildes; y ya sea
innata o cultivada, la humildad es una característica más común en mujeres que
en hombres. Por ejemplo, las mujeres demuestran un desempeño mucho mejor que
los hombres en su inteligencia emocional, lo cual les permite ser más modestas.
Aún más, un análisis cuantitativo
sobre diferencias de género en la personalidad, con más de 23.000 participantes
de 26 culturas distintas ( publicado en 2001 en el Journal of Personality and
social Psychology), reveló que las mujeres son más sensibles, compasivas y
humildes que los hombres; sin lugar a dudas, uno de los hallazgos menos
sorprendentes en la historia de las ciencias sociales.
Un cuadro aún más diáfano surge
al examinar el lado oscuro de la personalidad. Por ejemplo, datos arrojados por
la evaluación de personalidad de Hogan Assessment Systems –organización de la
cual soy vicepresidente- demuestran que los hombres somos más arrogantes,
manipuladores y propensos al riesgo que las mujeres.
Una de las paradójicas
implicaciones de este hecho es que las mismas características psicológicas que
permiten a los gerentes masculinos encumbrarse hasta la cima corporativa y
hasta la punta de la escalera política son, en realidad, las mismas
responsables de su propia caída. En otras palabras, lo que se requiere para
conseguir un cargo no es solo diferente a lo que se requiere para desempeñar
bien dicho cargo, sino que es lo opuesto. Como resultado, muchas personas
incompetentes son promovidas a cargos gerenciales.
No sorprende entonces que la
imagen mítica de un líder fuerte abarque muchas de las tendencias comunes en
los desórdenes de la personalidad, como el narcisismo, las psicopatías y la
teatralidad extravagante (ponga aquí el nombre de su déspota favorito). El lado
triste de todo esto no es el hecho de que estas figuras representen el estándar
del gerente promedio, sino que él fracasará porque posee dichas
características.
Ya sea en la política o en los
negocios, es su gran mayoría los líderes fracasan. Esta siempre ha sido la
constante: la mayoría de países, compañías, sociedades y organizaciones están
muy mal administradas, como lo indican sus calificaciones en lo referente a
longevidad, utilidades y aprobación, o como lo demuestran los efectos que
ejercen en sus ciudadanos, empleados, subordinados o miembros. El buen
liderazgo siempre ha sido la excepción, no la norma.
Es por esto que me parece tan
extraño que gran parte del reciente debate sobre cómo “apoyar” a las mujeres se ha enfocado en
hacer que ellas adopten muchas de las características disfuncionales que por lo
común se asocian con los hombres. Y sí, las personas con estos comportamientos por
lo general son nuestros líderes; pero ¿deberían serlo?.
La gran mayoría de los rasgos del
carácter que son ventajosos para el liderazgo efectivo se encuentran
más que todo en aquellas personas que al principio fracasan en su
intento de impresionar a otros con su talento gerencial. Y esto se cumple sobre
todo en las mujeres . Hay evidencia científica convincente que sugiere que las
mujeres están más dispuestas que los hombres a adoptar estrategias efectivas de
liderazgo. Más aún, en un análisis amplio de 45 estudios, publicado en 2003 en
Pshycological Bulletin, Alice Eagly y sus colegas demostraron que las gerentes
mujeres generan más respeto y orgullo entre sus seguidores, comunican su visión
con mayor eficacia, empoderan y capacitan a sus subordinados, enfrentan la
solución de problemas de formas más flexibles y creativas y recompensan con justicia a sus dependientes directos . En
contraste, y según las estadísticas, los líderes hombres están menos dispuestos
a establecer vínculos o conectarse con
sus subordinados, y son mucho más ineptos a la hora de recompensarlos por su
desempeño. Aunque estos hallazgos pueden reflejar un sesgo que exige a las
mujeres ser más calificadas y competentes que los hombres si quieren ser
escogidas como líderes, no habrá manera de saber con exactitud lo que ocurre
hasta que dicho sesgo sea eliminado.
En resumen, no se puede negar que
el sendero que deben recorrer las mujeres hacia las posiciones de liderazgo
está plagado de barreras, incluyendo un
grueso techo de cristal; pero un problema mucho
mayor es la falta de obstáculos en la carrera para los hombres
incompetentes, y el hecho de que tenemos
la tendencia a equiparar el liderazgo
con aquellas características psicológicas que hacen a un hombre promedio
un líder más inepto que a una mujer promedio. El resultado es un sistema
enfermizo que recompensa a los hombres por su incompetencia, mientras que
castiga a las mujeres por su capacidad, en detrimento de todos nosotros.
Tomas Chamorro-Premuzic
WHY DO SO MANY INCOMPETENT MEN BECOME LEADERS?
This title can be misunderstood, I know. It is
not an idea of mine, no. it is the idea form a men , yes, it is an interesting
article that plenty to think about .
First of all, because it has been written by a men Tomas Chamorro-Premuzic, he is an
international authority in psichometrical test
and personality profiles.
I will write full article because it deserve
some minutes and thing about that.
There are three popular explanations for the
clear underrepresentation of women in management, namely: they’re not capable,
they’re not interested or they’re
interested and capable but not able to break the glass ceiling –the invisible
career barrier, based on gender stereotypes, that prevents women from accessing the higher ranks of power.
Conservatives and chauvinists tend to endorse the first explanation; liberals
and feminists prefer the third; and
those somewhere in the middle are
usually drawn to the second But what if they’re all missing the big picture?
In my view, the main reason for the uneven sex
ratio in management is our inability to discern the difference between
confidence and competence. That because we commonly misinterpret displays of
confidence as signs of competence, we’re fooled into believing that men are
better leaders that women. In other words, when it comes to leadership, the
only advantage that men have over women
is the fact that manifestations of hubris –often masked as charism or charm-
are commonly mistaken for leadership potential, and these occur much more
frequently in men than in women.
This is consistent with the finding that
leaderless groups have a natural tendency to elect self-centered,
overconfident, and narcissistic individuals as leaders, and that these
personality characteristics aren’t equally common in men and women.
Freud argued that leaders are, in part, created
when a group of people, ( the followers), replace their own narcissistic
tendencies with those of another persona
( the leader); their love for the leader is a disguised form of self-love or a
substitute for their inability to love themselves. “Another person’s
narcissism, “Freud wrote,”has a great attraction for those who have renounced part of their own… as if we envied
them for maintaining a blissful state of mind”.
The truth of the matter is that men, pretty
much anywhere in the world, often think that they’re smarter than women. Yet
arrogance and overconfidence are inversely related to leadership talent the
ability to build and maintain high-performing teams, and inspire others to set
aside their selfish agendas in order to work for the common interests of the
group. Indeed, whether in sports, politics, or business, the best leaders are
usually humble and through nature or nurture, humility is a much more common
feature in women than in men. For example, women outperform men in emotional
intelligence, which is a strong driver of modest behaviors. Furthermore, a
quantitative review of gender differences in personality involving more than
23000 participants in twenty-six cultures ( published in 2001 in the journal of
Personality and Social Psychology) indicated that women are more sensitive,
considerate, and humble than men arguably one of the least counterintuitive
findings in the history of the social sciences.
An even clearer picture emerges when one
examines the darker side of our personalities. For instance, data from the
personality assessment firm Hogan assessment systems, where I serve as a vice
president, shows that men are consistently more arrogant, manipulative , and
ris-prone that women.
The paradoxical implication is that the same
psychological characteristics that enable male managers to rise to the top of
corporate and political ladders are actually responsible for their downfall. In
other words, what it takes to get the job isn’t just different from what it
takes to do that job well –it’s the complete opposite. As a result, too many
incompetent people are promoted to management jobs.
Unsurprisingly, the mythical image of a strong
leader embodies many of the characteristics commonly found in personality
disorders, such as narcissism ( Steve Jobs, Vladimir Putin),psychopathy (fill in the name of your favorite despot
here), and extravagant theatricality . The sad thing isn’t that these mythical
figures are unrepresentative of the average manager, but that the average
manager will fail precisely because of these characteristics.
In fact, most leaders –whether in politics or
business- fail. That has always been the case: the majority of nations, companies,
societies, and organizations are poorly managed, as indicated by their
longevity, revenues, and approval ratings, or by the effects they have on their
citizens, employees, subordinates, or members. Good leadership has always been
the exception, no the norm.
So it has struck me as a little odd that so
much of the recent debate over getting women to “lean in “ has focused on
getting them to adopt more of the dysfunctional leadership traits commonly associated with men. Yes, people with these
behaviors are often our leaders but should they be?.
Most of the character traits that are truly
advantageous for effective leadership are predominantly found in those who
initially fail to impress others with their management talent. This is
especially true for women. There is now
compelling scientific evidence to suggest that women are more likely to adopt
more effective leadership strategies than men. Most notably, in a comprehensive
review of forty-five studies, published in 2003 in the Psychological Bulletin,
Alice Eagly and colleagues showed that female managers are more likely to
elicit respect and pride form their followers, communicate their visions
effectively, empower and mentor subordinates, approach problem-solving in
flexible and creative ways, and fairly reward direct reports. In contrast, male
managers are statistically less likely to bond or connect with their
subordinates, and are more inept at rewarding them for their performance.
Although these
findings may reflect a sampling bias that requires women to be more
qualified and competent than men in order to be chosen as leaders, there is no
way of really knowing until that bias is eliminated.
In sum, there’s no denying that women’s path to
leadership positions is paved with many
barriers, one of which is a very thick glass ceiling. But a much bigger
problem is the lack of career obstacles for incompetent men, and the fact that
we tend to equate leadership with the very psychological features that make the
average man a more inept leader that the average woman. The result is a
pathological system that rewards men for their incompetence while punishing women for their competence,
to everybody’s detriment.
Tomas Chamorro-Premuzic
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