Ya no son señoras
vestidas de negro de pies a cabeza recluidas en casa. Ahora, las más de dos
millones de españolas que han perdido a su marido viven su luto de una forma
muy diferente y reivindican que su pensión no tribute cual salario. Y pocas
vuelven a casarse.
Dos años de luto y seis
meses de alivio “tiempo durante el que se deja progresivamente el negro” por la
muerte del marido o del hijo. Un año de luto y seis meses de alivio por la
muerte del padre o la madre. Seis meses de luto por abuelos o hermanos, y tres
por tíos o primos hermanos. Así de negro “en términos de vestimenta” lo tenían
las mujeres que enviudaban en España hasta los años 60 o 70 , un código no
escrito que se transmitía de generación en generación. Durante este tiempo el
día a día de las españolas se volvía igual de oscuro, ya que se les prohibía
salir o hacer vida social. Después, lo más habitual era que nunca más volvieran
a tener compañero sentimental. Pero hoy “ya nadie espera que una mejer joven
que pierde a su marido se quede en casa y se vista de negro, aunque aún haya
pueblos en Extremadura donde se hace”.
Actualmente existe en
España cerca de tres millones de viudos
según cifras del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e igualdad, de los
cuales casi el 75% son mujeres.
“Hoy, al cabo de un
promedio de dos años aproximadamente, las mujeres que enviudan jóvenes en
España ya han rehecho su vida Comienzan a salir por la noche, aunque al
principio lo hagan con cierto sentimiento de culpa, y viven acorde a su edad”,
explica la psicóloga Noelia Sancho. “La mayoría de ellas, a los tres o cuatro
años, como media, ya han conocido a alguien. Esto no quita para que pasen
duelos muy complicados, con más dolor incluso, dado que enviudar con menos de
50 años es algo inesperado, anacrónico, que te deja con muchos deseos
incumplidos”, detalla. A menudo son las propias familias las que animan a que
lo hagan, mientras que solo 20 años atrás “estaba peor visto, decidían que ya
no iban a conocer a nadie más, y así era”.
“Enviudé con 47 años. Ahora, después de lo que
me ha tocado pasar, intento vivir con la mayor alegría posible. Me costó salir
del hoyo, durante un año no escuchaba música, me regodeaba en mi dolor, me
preguntaba por qué la gente reía e iba vestida de gris, explica Carmen Lomana.
“Ser feliz es cuestión de voluntad, hay que
vivir con pasión. Existe un fondo de tristeza, por qué negarlo, me han pasado
muchas cosas. Fui una viuda doliente, pero un día decidí que tenía que comenzar
una nueva etapa. Por suerte las cosas han cambiado en España”, dice.
Juan López Doblas, profesor de sociología
en la Universidad de Granada y estudioso del tema en España, lo constata:
“Apenas hay estadísticas sobre el tema, pero en estos campos las tendencias
tienen tanto o más valor. Y estas nos
dicen que la viudedad ha cambiado muchísimo, y actualmente la mujer tienen más
recursos personales, está preparada profesionalmente y, aunque guarde respeto
al fallecido toda la vida, puede rehacer la suya, especialmente en relación a la
familia: antes quien enviudaba con 30 o 40 años no lo hacía, ni a nivel
económico ni sentimental. Además, en ocasiones, casi siempre en los pueblos, se
iban a vivir con la familia de él, lo cual no facilitaba las cosas”. Ana, que
tenía 32 años cuando su marido falleció en 2003, recuerda que si sus amigos,
para apoyarla, le decían que ya encontraría a alguien, le sonaba a insulto. “Te
parece una traición y piensas que
estarás sola toda la vida”, cuenta, “pero hoy tengo pareja y puedo decir que
soy feliz”, añade. “Es como si vivieras dos vidas, una que no has elegido, pero
descubres los recursos que posees dentro de ti y sales adelante”, afirma.
Según un informe realizado por el Centro de
Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona en 2007, a más
edad, menores son las probabilidades de segundas nupcias, regla que, por su
puesto, tiene su aristocrática excepción.
El mencionado documento refleja que las
viudas españolas prefieren relaciones
sin oficializar, y se lo piensan a la hora de volver a casarse: el ratio
de segundas nupcias era con fecha del estudio de solo un 0,6% entre mujeres de
30 a 44 años, frente a un 2% de hombres. Firmado por Jeroen Spijker, el
documento da pistas sobre las razones que pueden llevar a ello: “La
emancipación sexual ha favorecido sobre todo a las mujeres. Las viudas ahora no
solamente pueden tener nuevas relaciones, sino también ser más abiertas a un
modelo de convivencia flexible, lo que permite continuar la vida como siempre y
optimizar la integración familiar y las redes sociales mejor que cuando se
comparte el hogar 24 horas al día”. Pero también abundan los casos de mujeres
que no desean perder la pensión de viudedad es, algo que, establece la
Seguridad Social, sucedería si vuelven a contraer matrimonio o forman una
pareja de hecho, salvo excepciones.
Hoy en día ocho de cada 10 beneficiarios de
una pensión de viudedad son mujeres, no solo porque tienden a sobrevivir a su
pareja, sino porque ellos han cotizado y trabajado más tiempo. Los presupuestos
Generales del Estado establecen un máximo de 733,80 euros mensuales, que
reciben aquellos viudos con cargas familiares, y un mínimo de 480,30 euros, que
cobran los menores de 60 años.
Si una viuda trabaja, la pensión tributa
cual salario. Intentar que no sea así es una de las actuales reivindicaciones
de CONFAV, que llevan a radio, televisión, y donde haga falta. Es posible que
lo consigan. Tesón no les falta, y son uno de los colectivos más guerreros de
España. De 1990 a 2011 han logrado varias subidas de las pensiones de viudedad
y cuando hablan el Gobierno les escucha.
“Es la agrupación más grande de España de estas características, con
20.000 socias y 300 asociaciones y grupos adheridos”, explica Rosario García,
presidenta de la federación madrileña. “Uno de nuestros asesores suele decir
que cuando llegaba a las primeras reuniones, en los años 70, solo veía cabezas
con el pelo negro, y ahora somos todas rubias”, explica entre risas. “Muchas
rehacen su vida, claro que sí, aunque dependiendo de cómo haya sido su matrimonio
anterior, puede que no les queden ganas, ¡claro!. Texto Eva Dallo.
Montserrat A
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