Acabo de leer un libro escrito
por Deepak Chopra llamado cuerpos sin edad, mentes sin tiempo. Seguro que
muchos de vosotros ya lo habéis leído pero de todo el libro, que es muy
interesante, hay un capitulo que me llamo la atención y que creo que nos podría
ayudar a todos aquellos que todavía no lo han leído.
Habla de la longevidad y de las
posibles causas por las cuales algunas personas llegan a ella. Yo por ejemplo
puedo decir que mis abuelos por parte de padre llegaron a los 98 años , con una
vida normal, comiendo de todo, sin estress, y habiendo tenido una niñez y
juventud casi inexistentes debido a la situación política y social del país en
aquellos años.
Por ese motivo, lo voy a copiar
aquí para que lo leáis y lleguéis a vuestras propias conclusiones. Fuente:
Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo. Escrito por Deepak Chopra. Ed. Zeta (libro
de bolsillo)
Muy pocos conocen a alguien que
tenga 100 años. Históricamente, llegar a cumplir los 100 era una hazaña tan
rara que resultaba casi un fenómeno. Una investigación efectuada en la época
victoriana en el linaje de aristócratas británicos, presumiblemente los
miembros mejor alimentados y atendidos de su sociedad, no logró desenterrar a
un solo par del reino en los diez siglos precedentes que hubieran llegado a
centenarios. El primero fue lord Penrhyn, quien murió en 1967 a los 101 de
edad. Hoy en día, en casi todos los países industrializados, de cada diez mil
personas hay una que cruza la marca del siglo, y esa proporción se está
elevando a mayor celeridad que ninguna otra estadística de crecimiento de la población.
Las personas más ancianas de la
actualidad no tienden a ser meros sobrevivientes del azar, sino individuos que
encarnan actitudes y valores envidiables. Los sociólogos que estudian a los
centenarios no dejan de asombrarse por su fuerte apego a la libertad y la
independencia. Durante toda la vida, los centenarios tienden a evitar las
restricciones. Tradicionalmente, la mayoría trabaja por cuenta propia; muy
pocos, entre los límites de las empresas modernas. Ellos ponen un precio muy
alto a la autonomía.
Como dije anteriormente, la
palabra que los investigadores aplican a los centenarios con mayor frecuencia
es “adaptable”. En determinada altura de la vida, todos ellos han sufrido
pérdidas y reveses. Pero, después de llorar la pérdida más grave, como la del
cónyuge tras cincuenta o sesenta años de matrimonio, esas personas siguieron
adelante. Estudiados en grupo, los centenarios tienen otras similitudes
significativas. En su interesante libro sobre la longevidad, Prolongevity II,
Albert Rosenfeld hace un informe sobre entrevistas realizadas a 1200
personas dependientes del subsidio
social que dijeron tener 100 años o más. “Era evidente que, aunque estos
individuos trabajaban mucho y disfrutaban del trabajo, había entre ellos una
notable falta de grandes ambiciones. La tendencia había sido a llevar una vida relativamente tranquila e
independiente; en general, estaban contentos con el trabajo, la familia y la
religión, y tenían poco de que arrepentirse. Casi todos expresaban un fuerte
deseo de vivir y una gran apreciación por las experiencias y los placeres
simples de la vida.”
Si envejecer fuera, simplemente,
una cuestión de desgaste, cabría esperar que todos los centenarios tuvieran
mala salud, atrapados en cuerpos con muchas partes deterioradas. En realidad,
entre nuestros centenarios hay buenos niveles de salud; menos de uno entre
cinco informan estar incapacitados o tan enfermos que requieran ayuda para
comer, caminar, bañarse, etc… en su mayoría, aún se mueven sin ayuda y muchos continúan trabajando, al menos en
las tareas domésticas y en el cuidado
personal.
Tratar de articular una “personalidad longeva”
específica es demasiado constrictivo para los centenarios; el abuelo benigno,
tranquilo y sabio es sólo un tipo entre muchos. También llegan a los 100,
personas egoístas, sarcásticas y antisociales. La hebra común es un sentido de
la autosuficiencia mucho más profundo que la personalidad. En apoyo de este
punto, un estudio realizado en 1973 en
la ciudad de Nueva York entre 79 personas saludables mayores de 87 años,
descubrió que casi nunca iban al médico, no se les encontraba en hogares para
enfermos y rara vez en instituciones geriátricas. El doctor Stephen P. Jewett,
psiquiatra que dirigió el estudio de Nueva York, dejó en claro que sus sujetos
no eran simples sobrevivientes por azar o afortunados receptores de buenos
genes.
Sin duda, las 79 personas
estudiadas habían escapado a enfermedades catastróficas, tales como el ataque
cardiaco y el cáncer en el crítico periodo medio entre los 45 y los 65 años (es
entonces cuando tienden a cobrar el mayor diezmo los malos genes, la
hipertensión, el colesterol elevado, el hábito de fumar, el alcoholismo y otros
factores negativos). Pero los sujetos de jewett se las componían para seguir
sanos ya avanzad la octava y la novena década de vida; eso indicaba que algunos
poderosos factores positivos obraban en su favor.
El estudio de Jewett consideraba
la longevidad en términos amplios; la mayoría de los factores que halló fueron
de tipo subjetivo, relacionados con lo que estas personas pensaban de sí
mismas. Por comparación, los factores puramente objetivos vinculdos con la vida
larga eran pocos y muy generales.
Características físicas
·
Ni obesidad ni delgadez excesivas.
·
Poca fluctuación de peso a lo largo de la vida
·
Buen tono muscular general
·
Fuerza en las manos
·
Piel de aspecto jove
·
Aún conduce automóviles y practica actividades
físicas.
Características psicológicas (
incluyendo estilo de vida y conducta)
Ø Inteligencia
natural superior, marcado interés por los hechos de actualidad, buena memoria.
Ø Libres
de ansiedades, pocas enfermedades, no son propensos a preocuparse.
Ø Independencia
al elegir la vocación. Tendían a trabajar de modo autónomo. Trabajaban en
agricultura y crianza de plantas y en las profesiones de abogacía, medicina y
arquitectura; otros tenían pequeñas empresas propias y, en unos pocos casos,
grandes empresas. En su mayoría tardaron en jubilarse.
Ø Casi
todos habían sido duramente afectados por la Depresión, que se produjo cuando
ellos eran quincuagenarios o sexagenarios, pero se recobraron y edificaron un
nuevo futuro.
Ø Disfrutaban
de la vida. Todos mostraban un grado de optimismo y un marcado sentido del
humor. Respondían a los placeres sencillos. La vida parece haber sido par ellos
una gran aventura. Eran capaces de ver belleza donde otros sólo veían fealdad.
Ø Gran
capacidad. Aunque muchos atesoraban los recuerdos de la infancia, todos
preferían vivir en el presente, con sus muchos cambios.
Ø No
les preocupaba la muerte.
Ø Continuaban
viviendo con satisfacción día a día.
Ø A
todos se los podría describir como religiosos en un sentido amplio, pero
ninguno exhibía una ortodoxia extrema.
Ø Eran
moderados en el comer, pero estaban dispuestos a experimentar. No seguían
dietas especiales. Su dieta incluía una gran variedad de alimentos altos en
proteínas y bajos en grasa.
Ø Todos
se levantaban temprano. El promedio de descanso era entre seis y siete horas,
pero pasaban ocho en la cama. ( el sueño abreviado o interrumpido es típico de
la ancianidad).
Ø No
había uniformidad en cuanto a la bebida. Algunos bebían moderadamente, otros se
excedían en ocasiones y otros eran abstemios.
Ø Fumar:
algunos se abstenían, unos cuantos habían fumado muy moderadamente, pero
llevaban mucho tiempo sin hacerlo, y otros eran inveterados fumadores de pipa.
Ø Medicamentos:
habían utilizado menos en toda su vida que muchos ancianos en una sola semana.
Ø La
mayoría bebía café.
Y aquí se termina esta primera
parte del capítulo que me ha parecido tan interesante pues creo que nos puede
hacer pensar en si tanta restricción, tanto mirar por lo sano y biológico será
lo más adecuado o no. Al final y la conclusión a la que llego es que para todo
en la vida hay que utilizar el sentido común y no dejarnos llevar por extremos
o perfecciones que suelen ser espejismo y no realidades.
En cualquier caso, creo que
tenéis materia de sobra para darles un par de vueltas y tomar vuestras propias
decisiones de lo que es mejor o peor para nuestra salud.
Montserrat A
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