martes, 22 de diciembre de 2015

BRAJRAJ MAHAPATRA: EL REY INDIO QUE ACABÓ DE MENDIGO

Brajraj  Mahapatra, ex monarca, nació en 1921 en Tigiria (Orissa, India), donde murió el 30  de noviembre de 2015.
Fue el último rajá de Tigiria, uno de los estados principescos que perdieron su soberanía tras la independencia de la India. La pérdida de los tributos de sus súbditos y el desenfreno de sus gastos le llevaron a la ruina. Despojado de la corona, obligado a vender el palacio real en el que había habitado su dinastía desde el siglo XIII y abandonado por su familia, ha pasado sus últimos años de vida en una choza de barro.

Este artículo ha sido extraído del periódico El Mundo, del martes 8 de Diciembre del 2015 y escrito por Eduardo Álvarez. Os lo transcribo porque me ha parecido interesante e increíble pero en cualquier caso, real como la vida misma.

La historia del último rajá de Tigiria parece querer imitar a la novela El príncipe y el mendigo, de Mark Twain, con los ribetes exóticos de cualquier relato de  Kipling.
Brajraj Mahapatra –recientemente fallecido a los 94 años- fue el último rey de Tigiria, el más pequeño de los 26 estados principescos que existieron en la actual Orissa, en la India, bajo el mandato del Imperio británico. Inmediatamente rico al nacer, acabó sin embargo sus días como un mendigo. Pasó de portar corona, vivir en un fastuoso palacio real y tener una flota de 25 coches de época a su antojo , a malvivir durante algo más del último cuarto de siglo en una choza de paja y cemento , alimentado gracias a la caridad de sus otros súbditos. Una biografía para ser novelada o llevada a la gran pantalla por algún estudio de Hollywood.

Bajo el Raj británico la India estuvo dividida entre el territorio directamente gobernado por el monarca inglés a través de sus administradores y el resto del país, un mosaico de hasta 500 estados principescos a cuyos monarcas se autorizó ejercer un poder limitado. Fueron los tiempos del máximo esplendor para las cortes, tantas veces ociosas, de los maharajás.
Brajrar Kshatriya Birbar Chamupati Singh Mahapatrasu nombre completo, nació en 1927. Y , siendo todavía veinteañero, ascendió al trono que su familia llevaba ocupando desde el siglo XIII en Tigiria, un diminuto reino de Orissa, estado de la costa este de la India, bañado por la bahía de Bengala.
No tardó en adquirir fama de playboy –como tantos otros príncipes soberanos del Raj- y, sobre todo, de gran cazador. La caza mayor ha sido el deporte favorito de la realeza a lo largo de la historia. Mahapatra presumía de los 13 tigres y los 28 leopardos que había logrado abatir. Las motos, los coches, el buen whisky escocés y las escapadas de ocio a Calcuta eran las otras aficiones a las que se entregaba con desenfreno el último raja de Tigiria.

Como correspondía a su estatus, se casó con una princesa, Rani Ras ManjariDevi, perteneciente a la familia real de Sonepur, otro delos estados principescos de Orissa. Tuvieron tres hijos y tres hijas.
Tras la segunda Guerra Mundial y la proclamación de la independencia india en el años 1947,
el rajá de Tigiria, como la inmensa mayoría de los monarcas del subcontinente, firmó la adhesión de su Estado a la recién creada Unión india. Se acabó así con siglos de historia de gobiernos principescos y se daba el primer paso hacia la creación de la actual República. Como contrapartida, las autoridades de Nueva Delhi prometieron a aquellos más de 500 monarcas una pensión vitalicia, cuya cantidad variaba en función del rango real e importancia de cada uno de ellos.
Pero al ya destronado rajá de Tigiria la pérdida de los tributos de sus súbditos y el desenfreno de sus gastos no tardó en convertirle en un paria. Así, en 1960 se vio obligado a vender el palacio real. Poco después se separó de su esposa y muchas de las propiedades que le quedaban pasaron a manos de sus hijos.
Aunque lo peor llegó en 1975, cuando la entonces primer ministra Indira Gandhi abolió los últimos privilegios feudales que mantenían los príncipes indios, incluida la pensión gubernamental vitalicia con la que contaban .

Sin recursos económicos y , al parecer, abandonado a su fuerte por su propia familia, el rajá de Tigiria se marchó a vivir a otra localidad con uno de sus hermanos. Pero en 1987 decidió regresar a la población que le había visto nacer y sobre la que había reinado.
Desde entonces, y hasta su muerte, según informan los periódicos indios, ha malvivido como un mendigo en una choza de barro, con una techumbre de amianto. De vez en cuando algún periodista o curioso se acercaba hasta su cabaña para interesarse por los tiempos fastuosos en los que Brajrar Mahapatra se desplazaba a lomos de alguno de los elefantes del establo real y era saludado con el disparo de nueve salvas que correspondían a su rango. Y él solía responder que “igual que había sido rey, ahora el mendigo, pero que no se arrepentía de nada de lo que había hecho en su vida”. Poco tenía, pero poco necesitaba, puesto que cada día vecinos del lugar le llevaban lentejas o arroz para comer, en un gesto de respeto y cierta devoción por el hombre que alguna vez se había sentado en el trono.

Lo admirable de todo ello es el poder de adaptación que tiene el humano y sobretodo la comunidad india. Ascender socialmente es sencillo de asumir pero bajar de escalafón cuando has tenido el mundo en tus manos, es duro y muy difícil. No todo el mundo está preparado para ello.

Montserrat A



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